Mi historia, mi camino como mama y el poder del movimiento

Daly Aguirre

Soy mamá de tres hijos, esposa y una mujer profundamente espiritual.
Creo en Dios como mi fuerza, mi fundamento y mi guía en cada etapa de mi vida.
Nada de lo que hoy hago nació de la casualidad; nació del amor, del miedo, de la búsqueda… y de la esperanza.

En el año 2020, mi hijo menor recibió un diagnóstico de autismo.
Aunque ya existían sospechas y por eso acudimos a un especialista, nada te prepara realmente para escuchar esa palabra por primera vez.

Recuerdo ese momento con mucha claridad.
Sentí que mi mundo se detuvo.
Mi mente quedó en blanco.
No sabía qué significaba exactamente ese diagnóstico ni qué nos esperaba como familia.
Tenía miedo. Miedo de que mi hijo no pudiera avanzar, miedo de no saber cómo ayudarlo, miedo de no tener herramientas.

En ese entonces, no sabía nada sobre neurodesarrollo, movimiento, ni reflejos primitivos.
Solo sabía que amaba profundamente a mi hijo y que no podía quedarme inmóvil.

Con el paso del tiempo, empecé a informarme, a aprender, a buscar opciones.
Descubrí que algunos cambios en la alimentación podían apoyar su bienestar, y decidimos hacerlos.
Los resultados fueron hermosos. Vimos avances reales.
Sin embargo, aún había áreas que seguían siendo un gran reto:
el comportamiento, el control de esfínteres, el manejo de impulsos.

Además, mi hijo presentaba con frecuencia infecciones, estreñimiento y malestares físicos, lo cual nos llevó a conocer y aplicar distintos protocolos de apoyo.
Aun así, sentía en mi corazón que algo más hacía falta.
Había piezas que todavía no terminaban de encajar.

Fue entonces cuando llegué a los reflejos primitivos.

Al principio, fue simple curiosidad.
Pero conforme fui profundizando, entendí algo que cambió por completo mi manera de ver el desarrollo infantil:
el cuerpo y el sistema nervioso tienen una historia, y cuando esa historia no se integra por completo, el niño sigue “pidiendo” apoyo.

El impacto que los reflejos primitivos tienen en el desarrollo motor, cognitivo y emocional me sorprendió profundamente.
Me cautivó tanto el tema que decidí formarme sin dudarlo en Movimientos Rítmicos y la integración de reflejos primitivos, bajo la técnica del Dr. Harald Blomberg

Mi primer propósito fue claro: ayudar a mi hijo.

Apliqué lo aprendido con amor, constancia y respeto a su ritmo.
Y los cambios comenzaron a llegar.
Cambios reales, funcionales, sostenidos.

Uno de los momentos más significativos para nuestra familia fue cuando mi hijo logró el control de esfínteres a los 8 años, en octubre de 2023.
Ese logro no fue solo un avance físico; fue una confirmación de que el camino que estábamos recorriendo tenía sentido.

Lo que fui aprendiendo, lo fui aplicando.
Y lo que fui aplicando, lo fui viendo florecer.

Fue entonces cuando algo más nació en mí:
el deseo profundo de acompañar a otras mamás y familias.

Mamás que, como yo en algún momento, sienten que hacen terapias, que se esfuerzan, que buscan… pero perciben que todavía falta algo.
Que sienten que hay habilidades que no terminan de consolidarse.
Que intuyen que el cuerpo puede ser la clave para avanzar.

Hoy acompaño a familias desde este enfoque, con profundo respeto, profesionalismo y empatía.
Los movimientos rítmicos son sencillos, pero su impacto puede ser transformador cuando se utilizan de manera adecuada y personalizada.

La mayor satisfacción que tengo no es solo ver los avances en otros niños, sino saber que este camino nació primero en casa, con mi hijo, con mi familia, y con la fe de que Dios guía cada paso.

Este es mi propósito.
Y lo hago con el corazón.

Daly Aguirre